De actor a político
Es curioso que varios actores o personajes que han triunfado en la televisión con el tiempo han pasado a ejercer el liderazgo político. Los más conocidos, y que han llegado a la presidencia de sus respectivos países, son Ronald Reagan y Donald Trump en Estados Unidos, Volodomir Zellenski en Ucrania, y Silvio Berlusconi en Italia. También hay que reseñar a Arnold Schwarzenegger como gobernador de California, a Clint Eastwood como alcalde de Carmel, o a Michel Usi como vicepresidente de Malawi. En España tenemos a Tomás Molina, un presentador del tiempo en TV3, que en las últimas elecciones al Parlamento Europeo ha conseguido el escaño de eurodiputado.
Valga esta introducción para hacernos una pregunta de lo más pertinente. ¿Cómo se forja un líder en política?

      En la antigüedad todos los grandes líderes por lo general formaban parte de la élite aristocrática-sacerdotal, que por herencia o linaje accedían a este puesto. La otra posibilidad era ser un gran guerrero-estratega-militar, que gracias a sus conquistas obtenía el poder. En la Edad Media y el Renacimiento la cosa siguió por los mismos derroteros hasta la Revolución Francesa de 1789. Con la liberté egalité et fraternité se sentaron las bases del Estado moderno, la res-pública. Es a partir de ahí que cobra gran importancia la movilización de las masas por todos los medios. Primero con los periódicos, y más tarde con la radio, el cine, la televisión e Internet.
En estos inicios es evidente que triunfaran líderes naturales, personas que llevaban en su ADN los genes del ímpetu, el coraje, la autoridad, la visión, el carisma, el tesón, y el don de gentes. Personajes que fundaron partidos políticos, sindicatos y organizaciones para ponerse al frente y conducir a sus fieles adeptos.

      Al principio era la palabra. Mítines, arengas y discursos eran escuchados por las masas en vivo, y reproducidos en la prensa escrita. Con la invención de la fotografía se puso cara a estos oradores, una imagen. La radio les puso voz en directo, y el cine les dio vida en diferido, pero ya no había vuelta atrás, a partir de ahí todo el mundo podía ver, oír y sopesar su discurso, sus argumentos y las propuestas. La televisión e Internet, con las redes sociales, no han hecho más que amplificar ad infinitum el fenómeno. Ahora nos los encontramos hasta en la sopa, cuando miramos el televisor en casa, o en el smartphone a todas horas. Los diferentes líderes en liza que se disputan el poder en la actualidad tienen un problema, y es que el discurso es muy parecido, todos más o menos nos quieren vender lo mismo. Entonces el factor diferencial es la puesta en escena. La actuación, y frecuentemente la sobreactuación ante las cámaras para captar la atención de los espectadores-votantes. Y claro, los actores o personajes bregados en los medios actúan (nunca mejor dicho) con ventaja. De ahí su éxito.

Junio 2024