Capital social
La mayoría de escuelas de negocios, en los cursos de MBA, utilizan el llamado “Método del caso”. Este consiste en analizar casos de empresas que han protagonizado aciertos en su gestión, que se han traducido en un gran éxito, o de errores que han supuesto sonoros fracasos. De estos últimos hay dos ejemplos que para mí son paradigmáticos y que sin duda han supuesto la desaparición pública de sus protagonistas: el rey emérito D. Juan Carlos I y el ex presidente de la Generalitat de Catalunya D. Jordi Pujol. Me diréis que no son empresas. Cierto, pero son Instituciones, que a efectos prácticos viene a ser lo mismo.

  

Los primates en general, y la especie homo en particular, hemos evolucionado formando grupos. Estas sociedades se organizan en base a dos principios: La jerarquía y las normas de conducta. Cada individuo tiene una posición social dentro de la comunidad y se espera que se comporte de acuerdo a las reglas y a su posición. Las reglas son muchas, diversas y variadas, pero las podemos agrupar en dos tipos: Las que favorecen el bien común suman, y al contrario las que perjudican al grupo restan.

Todos al nacer abrimos una cuenta de capital social, que es el intangible que rige y conforma nuestras sociedades. Es un intangible porque no es una cosa que se pueda comprar o vender. Tendría que ver con el desempeño, con lo que se va haciendo en la vida; y sería el aprecio, la estima, la consideración, el carisma, el respeto o la autoridad que tiene uno dentro del grupo. Lo justo sería empezar todos igual, con un saldo 0, pero esto no es así; pues no es lo mismo nacer en una familia aristocrática que en otra de marginal o disfuncional. Afortunadamente esto no es irreversible, es más, no nos equivoquemos, esta aparente injusticia es un arma de doble filo, ya que entran en juego las expectativas. Es evidente que se espera más de quien parte con ventaja; y si un miembro de la clase privilegiada comete una trastada, se le juzga más severamente y pierde gran parte o todo el capital social que tenía acumulado. Por el contrario si un individuo de la clase desfavorecida, gracias al mérito, esfuerzo y tesón logra triunfar, atesorará cotas altísimas de capital social.

En esta misma línea está el plus que se le exige al personaje público, al líder, al que está delante, que manda o gobierna, la persona principal que tiene de dar ejemplo. Seria aquello tan manido de que la mujer del Cesar no solo tiene que ser honesta, además debe parecerlo. Por lo tanto el capital social que vamos acumulando tiene que ver con nuestras acciones y comportamiento. Y cuidado porque como suele repetir Pedro Nueno en sus columnas de La Vanguardia, hoy en día la confidencialidad no existe. Más pronto que tarde todo se acaba sabiendo. Por todo ello me cuesta mucho comprender como estos dos personajes, que lo tenían todo, dilapidaron su capital social echándolo por la borda. Una pena.